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SUBIENDO LA CUESTA

/ Redaccion TInformativo /

Íbamos subiendo la calle tremendamente empinada y empedrada en ese carro apenas que apenas podía con su alma.

El NIÑO, con su GUITARRITA  y su sombrero nuevo, cantando esa dichosa cancioncita, que repetía y repetía sin parar (no se sí por nervios o que cosa)

– ¡tocando mi guitarrita… Sí señores!

– ¡tocando mi guitarrita….. Sí señores!

¡ya me tenía hasta el gorro!

La BEBE llorando a todo lo que da sin dar oportunidad de pensar ni nada; no podía adivinar que era lo que quería.

Ah, pero la bocota de una manera que impresionaba y podría decir que hasta asustaba. No podía creer que una criaturita tan angelical pudiera tener semejante boquete en ese pequeño cuerpecito…… Va…

Mi marido concentrado en la subida y casi, casi, transformado ya que la máquina esa no respondía como quería.

La casa….Hasta ALLA arriba, todavía faltaba un buen tramo para llegar a ella, pero yo sentía que no podía aguantar esto un minuto más.

Yo miraba tremenda subida empedrada que con la lluvia que caía parecía imposible poder avanzar, ya que las llantas del carro derrapaban y en vez subir íbamos hacia atrás.

Y como siempre… Yo rezando, aturdida, asustada y tremendamente estresada tratando de mediar las cosas para que el dichoso padre se concentrara y pudiera con esta situación.

Ganas no me faltaban de callar al chamaco, empaquetarle a la bebe a su padre y salir corriendo del vehículo ese que no servía para nada.

Aaaah… pero como podía yo pensar esas cosas.

Sí las mujeres somos fuertes y tenemos que cumplir con nuestro papel…

Ese papel que nos han encasquetado desde hace siglos. Hay que ser paciente, dulce y no hay que salirse de sus cabales.

Y toda esa carga ancestral, me limito a hacer lo que “debía hacer”

Le pedí al chiquillo (apretando los dientes) con una voz dulce (así como debemos tratar a los pequeños aunque nos esté llevando la fregada) que dejará de cantar su taladrante cancioncita.

Por suerte, me complació.

Tome el chupón y se lo metí en la bocota a la bebe (aunque por un momento pensé que le cabria mi mano enterita).

La bebe se calló.

Y ahora… me tocaba domar al “TORO DE LIBIA”, que azotaba las manos en el volante, se jalaba los pelos y maldecía (todo al mismo tiempo).

Apretando aún más los dientes y con ganas de apretarle el cogote… Mi voz dulce salió.

-Amor, debes tratar de manejar en zigzag… Si no nunca lo lograras…

El volteo furioso, recuerdo como en cámara lenta, el momento en el que volteaba la cabeza como la película del exorcista y cuando sus ojos se toparon con los míos ( de los cuales podía decir que salían llamaradas de enojo) , incrédulo me dijo…

-¿Sera?

Y como un corderito se calmó y empezó a mover el volante de la manera que le indique.

Haaaaaa… Por fin íbamos subiendo. Poco a poco, pero subíamos.

Muy pronto llegamos al final de la empinada cuesta.

Llegando a casa, las cosas siguieron su ritmo habitual.

Pero…. ¿les dice esto, algo del DURO papel que desempeñamos las mujeres en el hogar?

Normiux/2013

Estudiante Taller de Narrativa Facultad de Artes UABC Tecate

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