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RELACION PADRE – HIJA

/ Redaccion TInformativo / ,

Hasta la edad de tres años, la hija tiene un cariño sin límites hacia su madre. Después se aleja de su primer amor pasional – su mamá – para irse hacia su papá, que se vuelve objeto de toda atracción, y no sueña más que con una sola cosa, conquistarlo.

La hija entra en un juego de seducción un poco exagerado, confesando un amor incondicional y una admiración sin fisuras por su padre. Ahora le toca al padre el papel de reconducir a su hija a su lugar y de decirle que papá está enamorado de mamá.

Esta situación perdurará hasta, más o menos, la adolescencia, cuando el complejo termina y se separa de su padre, al comenzar a sentir deseo y atracción por otras personas distintas a sus padres. Es cuando se forma su propia personalidad. Perdura una relación de complicidad pero se teje un vínculo más de pudor y de reserva.

Es indispensable que una niña vea que sus padres se quieren y se desean para que pueda a su vez ser amada y amante. Gracias a su padre, que le habrá mostrado el camino, deseará vivir una relación llena de amor y de deseo, a semejanza de lo vivido por sus padres.

La mirada amorosa que su padre muestra a su madre es determinante para la chiquilla, a fin de que sea feliz y que la pareja pueda crecer sin miedo.

El padre ayuda a su hija a adquirir una feminidad y a desarrollarla. Especialmente con las palabras empleadas (decirle que está guapa, que la falda le sienta genial…), las atenciones que tiene hacia ella (regalarle un anillo, una muñeca…), etc. La mirada masculina es esencial, ya que ella se afirma respecto a él. Tiene que ser admirada, y sentir que su padre se siente orgulloso de ella y transmite una imagen positiva de su hija.

Entre un padre y una hija se instala una relación hecha de amor, de ternura y de admiración. El padre debe animarla y mantenerla. Es un verdadero guía hacia el mundo exterior. Por todo ello, los papás tienen un impacto decisivo en la vida de su niña, tanto desde el punto de vista profesional como personal y amoroso.

En la adolescencia termina el complejo de Electra. Se establece una distancia entre la hija y su padre, esencial para preparar sus futuros vínculos con los hombres.

La hija se vuelve más pudorosa, los vínculos se hacen cada vez más tirantes. El padre tiene que continuar potenciando la feminidad y la belleza de su hija, dándole la autorización de gustar, pero sobre todo, de aceptar que ella lo sea a los ojos de otros hombres.

Durante la adolescencia se producen algunos cambios radicales, tales como la modificación de la silueta o la llegada de los primeros amores, y estos son vividos en algunos casos con incomprensión por parte del padre, que se pregunta por qué su pequeña se encierra en su habitación y rechaza todo su afecto. A la vez ella se aleja de él, pero peor aún, parece acercarse a su madre.

Sin embargo, los papás tienen que continuar cerca de su hija. Incluso si parece haberse vuelto una extraña tiene que persistir una mirada tranquilizadora porque, a pesar de las apariencias, durante este periodo el papel del padre también es primordial para que su hija se desarrolle emocionalmente.

ADIEL GARCIA

Lic. Adiel O. García, licenciado en Comunicación y

Especialista en Comportamiento y Adicciones

(619) 789-3873   /  [email protected]

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