LO ESENCIAL DE LA VIDA
/ Redaccion TInformativo / Opinión
Mientras transcurre la vida vamos perdiendo todas las características de la niñez: Confianza en los otros, inocencia, ingenuidad, capacidad de sorprendernos, de jugar y de soñar; iniciativa, imaginación y creatividad, empezar siempre algo Nuevo, conocer las cosas y preguntar sin vergüenza alguna. luchar por lo que deseamos, ser afectivos y expresivos sin condicionamientos, espontáneos, auténticos, frescos, ocurrentes, risueños, tímidos o extravertidos, simpáticos, alegres y tantas, tantas otras buenas condiciones que vamos, penosamente, olvidando y perdiendo mientras crecemos, como si fuera una erosión que desgasta la vida, haciéndonos endurecer, poniéndonos rígidos y calculadores, serios, precavidos y desconfiados.
Después -cuando ya somos maduros y nos damos cuenta que tenemos que “desaprender” algunos aprendizajes que hemos adquirido. La vejez nos trae a nuestra vida el re-encuentro con la infancia.
La vida comienza con una “primera infancia” y termina con una “segunda infancia”. La vejez o senectud es una “última infancia”: Volvemos a lo esencial de la vida; dejamos de trabajar y empezamos a disfrutar; gozamos de las cosas simples de la vida y de los afectos sencillos y perdurables; nos permitimos tiempos gratuitos; volvemos a “jugar” con la vida como al principio, despreocupándonos del peso y de las cargas que se han sumado y acumulado a lo largo del camino…
Tenemos que volver a recordar cómo era y cómo sentía, cómo veía el mundo aquél niño que alguna vez fuimos. Reconquistar el “niño perdido” no significa ser inmaduros o incompletos sino re-encontrarnos con nuestra propia esencia, con lo más genuino de nosotros mismos que hemos extraviado u olvidado.
Volvemos al niño que fuimos cuando experimentamos, como en aquél entonces, sentimientos de indefensión, vulnerabilidad, fragilidad, abandono; o también sensaciones de cariño, cuidado, tibieza y contención o cuando dejamos volar nuestra fantasía, ensueño, magia y nos trasladamos a aquellos reinos olvidados con héroes y princesas, brujas y gigantes, reyes y villanos, ogros y monstruos. Personajes donde el bien y el mal debaten de continuo…
Te propongo que intentes conectarte con el niño que eres o con el que fuiste. Rescatate y reconquistáte desde tu infancia.
La vida es el camino que queda trazado entre una infancia y otra, entre la primera y la segunda infancia.
Date la oportunidad de vivir las emociones. Están para eso: para ser vividas. Ni reprimidas, ni exaltadas. Básicamente, existen cuatro emociones: miedo, rabia, tristeza y alegría. Pero se nos prohibió tan pronto vivirlas que las hemos apilado en la parte trasera de nuestra vida. Permitámonos sentir y aceptar el miedo, no prohibirnos la rabia, asumir la tristeza y la alegría en todas sus formas. El único límite es el respeto a los otros y a nuestro equilibrio personal.
Desarrollemos la intuición, ese sexto sentido que parece tener tan poco que ver con la racionalidad. Ese olfato para captar los matices, para interpretar las situaciones y diseñar conductas, es más fértil de lo que parece. Demos rienda suelta a la creatividad. Apartémonos de los cánones, de lo aprendido, de lo que nos lleva por carriles preestablecidos. Dibujar, pintar, modelar, cantar, tejer, tocar un instrumento, cultivar plantas o árboles, coleccionar, escribir… ¡hay tantas opciones atractivas par el tiempo de ocio!.
No perdamos el sentido de la curiosidad. Abramos las tripas a los juguetes de la vida. Descubramos nuevas geografías, personas o libros. Accedamos a otros conocimientos, a opiniones y culturas diferentes. Hagamos deporte, disfrutemos del aire libre, bailemos. Cada uno lo que prefiera.
Juguemos por jugar, por el placer del juego en sí mismo. No por competir, ni por ganar. Desde el sedentario hasta el más activo, los juegos canalizan vivencias insuficientemente expresadas. Demos oportunidades a la risa.
Permitamos aprender a pedir, a buscar ayuda a dejarse proteger y mimar. No por ello se menoscaba nuestra dignidad o supuesta fortaleza. Cuanto más oportunidades demos a los demás para que nos ayuden, más importantes seremos para ellos y más acogidos y seguros nos vamos a sentir.
Aprovechemos y fomentemos las oportunidades para desarrollar la fantasía y la aventura. Y, por supuesto, la capacidad de gozar.
Lic. Adiel O. García, licenciado en Comunicación y Especialista en Comportamiento y Adicciones
(619) 789-3873