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JOSÉ OBRERO

/ Redaccion TInformativo /

jose obreroJosé Obrero abrió el portón metálico, deslizó esa puerta revestida de pintura oxidada, ese umbral cerrado que abre ocasionalmente, que seguramente hablaría sobre pláticas cuchicheadas, de tratos de congal y desamores. Tranquilamente José salió del interior para dejarse ver, es de mediana estatura y piel morena, vestido con un ligero short y camisa roja, se dispuso a iniciar nuestra entrevista hincándose de cuclillas; era la segunda vez que nos mirábamos, la primera ocasión fue aquella mañana cuando sacó medio cuerpo desde la puerta del bar cargando un trapeador en la mano derecha, preguntó: “¿Qué se le ofrece?”, dirigiéndose a mí.

Por lo visto, José Obrero no era meretriz sino el encargado de mantener limpio el lugar donde las citas de noche y de madrugada se dan lugar. Año y medio lleva barriendo, sirviendo copas, haciéndola de guardia, viendo mujeres que van y vienen con borrachos, hombres infieles o lujuriosos, con clientes, dirían Las Del Oficio, (los calificativos para ellos pueden ser muchos al igual que para ellas). La jornada del señor José inicia en punto de las ocho de la noche y termina a las tres de la mañana: “la hago de todo… de guardia… de mesero a veces… hago los mandados”.

¿Hasta dónde llegan los mandados del Señor José?, fue una pregunta que novatamente suspendida quedó en el aire sin respuesta, solo en mi mente cuando escribía estas líneas.

José Obrero llegó a Tecate cuando tenía diez años, emigró con su familia desde La Campana Sinaloa. Le tocó ser el segundo hijo de seis, cursó la primaria en la Melchor Ocampo y la secundaria en la González Bocanegra; a los veinte años se juntó con una joven de quince, tuvieron cuatro hijos: “en ese tiempo yo era muy borracho… tomaba mucho”, la relación fracasó. Hoy tiene cuarenta y tres años y una hija con su segunda esposa. Trabajando en el tugurio ha visto de cerca lo que tiempo atrás fue; para no arriesgar su valioso empleo se limitó a responder secamente las preguntas de la entrevista: “eso sería jugarme mi trabajo”, me respondió en una ocasión.

A José Obrero lo buscan los clientes del prostíbulo para asegurarse que su cambio esté bien dado, pues éstos, faltos de lucidez, no pueden contar las monedas, o recordar siquiera los hechos del segundo anterior. La conclusión es, que se necesitan aparte de meretrices atractivas, personas como José para invertir en una empresa.

¿Qué pudo decirme José Obrero sobre meretrices?. Sobre Damas de Compañía José Obrero pudo decirme mucho pero lo calló con la mirada, como el sentimiento que estoy segura guardó cuando le pregunté sobre su infancia en el campo. La más noble de las opiniones fue maquinada desde la mente de José, de ahí la idea viajó al corazón, estoy segura, luego subió a la garganta, ahí se atoró un rato y después emergió transformada en sonidos por su boca:

“la verdad, las mujeres que trabajan aquí: mis respetos. No sé cómo haya sido su infancia, o como es su vida, pero, qué valor de las muchachas la verdad, aguantar todo, que a veces los borrachos, ya tomados, quieran a fuerzas un beso, para mí son compañeras de trabajo y siempre ha existido un respeto. Ellas tienen que checarse, tienen un contrato… no debería de ser así, tener una opinión negativa sobre ellas, más bien respetarlas: porque son mujeres”.

 

samLC. Samantha Ortega Flores. 

Fotoreportera Independiente y Profesora por Asignatura en UABC.

[email protected]

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