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ACAPULCO Y EL POPULISTA

ACAPULCO Y EL POPULISTA
/ Berenice Barreto /

“Sin artes; sin letras; ninguna sociedad; y lo que es peor de todo, el miedo continuo y el peligro de muerte violenta; y la vida del hombre, solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Así expresó el gran filósofo político del siglo diecisiete, Thomas Hobbes, la vida del hombre fuera de la sociedad y sin el amparo de un gobierno. Eso es precisamente lo que está sucediendo en Acapulco, en un claro regreso a la vida primitiva, en gran parte ocasionada por la extrema negligencia del gobierno de la República y la excesiva soberbia del presidente que lo encabeza.

La administración del presidente López Obrador ha llevado a una considerable centralización de la vida pública nacional. Sucede con todos los liderazgos populistas, quienes centralizan porque desconfían profundamente de otras fuentes de autoridad.

Sus consecuencias en una catástrofe como Acapulco, donde delegar resulta indispensable, son devastadoras: después de 48 horas de transcurrida la hecatombe, solo se habían repartido 7 mil 500 despensas y 7 mil litros de agua a una población de 1 millón de habitantes. A diferencia de otras catástrofes, donde hay esfuerzos conjuntos entre gobierno federal, estatal, local y sociedad civil, aquí se monopoliza la
entrega de ayuda en las Fuerzas Armadas. Es el regreso a la ineptitud gubernamental del terremoto del ’85, con una diferencia: mientras que en aquella ocasión se dejó que la sociedad civil se movilizase, aquí se ha obstaculizado.

Encima de la centralización tenemos una austeridad que ahorca al Estado mexicano.

Es otra característica más de los líderes populistas, quienes ven a las instituciones públicas como contrapesos ilegítimos a su autoridad, debilitándolos o destruyéndolos en el camino. Los recortes presupuestales son un medio, con consecuencias evidentes: falta de controladores aéreos, aumento en los incendios forestales, 800 mil muertos durante la pandemia, y un largo etcétera. El sistema meteorológico, tan poco visible pero tan importante, no ha sido la excepción: como comenta la periodista Peniley
Ramírez, el gobierno lopezobradorista recortó aún más el presupuesto al sistema meteorológico nacional: si en 2012 teníamos 13 radares para alertar a la población, hoy solo tenemos 5.

Encima de la centralización y la austeridad está la polarización y la egolatría. En medio de la tragedia, el presidente pone énfasis en sus niveles de popularidad. Rechaza el apoyo de la sociedad civil, argumentando que se aprovechan de la necesidad de la gente. Vitupera que los “conservadores” crearon mensajes de pánico. Se muestra incapaz de pronunciar palabra alguna de unidad nacional. Se tarda diez horas en
trasladarse a Acapulco, para estar media hora y regresarse en helicóptero. ¿Dónde están los recorridos con la gente, las palabras de consuelo? Nada.

En una tragedia como esta, ¿bajo qué gobierno de la República nos gustaría estar? Bajo cualquiera, excepto este. Sobre la devastadora tragedia de la pandemia y su deplorable respuesta, ahora tenemos la tragedia de Acapulco con una respuesta equivalente. El presidente se siente confiado con sus niveles de popularidad, y mucho indica que otra tragedia no los afectará.

[email protected] @FernandoNGE

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