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A UN AÑO DE GOBIERNO

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Plaza Cívica

Baja California.- El “arte de gobernar”, eso que en el mundo anglosajón se conoce como “statecraft”, es sumamente difícil. Por ello no resulta raro que pocas, muy pocas personas a lo largo de la historia de la civilización humana hayan pasado a sus libros como “estadistas” o “statesman”, es decir, personas con “gran saber y experiencia en los asuntos del Estado” (RAE), sujetos que son ”respetados y experimentados”, individuos que son reconocidos ”por hacer buenos juicios” (Cambridge Dictionary).

Para gobernar efectivamente, parece ser, se necesita una rara mezcla de razón y emoción, conocimiento y carácter, política pública y discurso político. Pero esa rara mezcla no parece encontrarse en la persona del actual jefe de Estado mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Y lo juzgamos con esa alta vara porque él mismo se la ha puesto al colocarse como el heredero y continuador de lo mejor de la historia nacional, de nuestros héroes y leyendas. Qué más decir que su gobierno se ha auto-denominado la “Cuarta Transformación”.

Durante el último año hemos hablado en este espacio de las entendibles causas que provocaron la llegada al poder de AMLO, de las perjudiciales políticas públicas que ha impulsado (con algunas excepciones), y del discurso sumamente polarizador que emplea. Sin embargo, a un año de su gobierno, ¿qué opiniones y tendencias tiene el pueblo mexicano respecto de sus políticas y persona?

Por una parte, las políticas públicas arrojan resultados un-tanto mixtos (para el siguiente análisis nos basaremos en las recientes encuestas de los diarios Reforma y El Financiero, aunque el resto de encuestas parecen arrojar básicamente los mismos resultados).

En lo que respecta a las tres principales preocupaciones de los mexicanos, las conclusiones no son halagadoras: en materia de seguridad hay una clara desaprobación que, además, crece; en materia de corrupción hay aprobación, aunque disminuye y se encuentra cercana a aquellos que desaprueban; en materia económica existe aprobación igualmente, aunque estancada e igualmente próxima a aquellos que desaprueban. Lo anterior tiene sentido: la inseguridad se encuentra en niveles insosteniblemente altos (desaprobación crece); el combate a la corrupción lo maneja bien en el discurso el presidente, aunque no hay políticas serias al respecto (aprobación decrece); la economía está en ceros y la expansión de programas sociales a base de billetazos se ha visto entorpecida por las ineficiencias del aparato gubernamental, aunque nuevamente es conducida bien en sermón por el presidente (aprobación creció y se estancó). Por otra parte, los grandes proyectos de este sexenio tienen claras aprobaciones: Guardia Nacional, refinería de Dos Bocas, aeropuerto de Santa Lucía y Tren Maya. Pero algo resalta aquí: el proyecto con mayor aprobación es el de la Guardia Nacional, y una de las acciones que más reprobadas fue la liberación de Ovidio Guzmán. Es decir, la seguridad es sin duda la prioridad, y parece haber un endurecimiento en torno al tema.

A un año de gobierno la afinidad en torno a la persona de López Obrador sigue siendo alta y su apoyo se encuentra extendido en amplias capas de la población, aunque ha decrecido y ha sido así particularmente en el centro del país y entre la gente de mayor educación (Alejandro Moreno, Las bases de apoyo a AMLO, El Financiero, 29/11/19). El nivel de aprobación del presidente ronda el 68%, más alto que el de presidentes pasados, aunque solo por unos puntos porcentuales. Esto tiene igualmente sentido: AMLO ha sabido correctamente expresar el hartazgo de la población en torno a la situación del país y la irresponsabilidad de una parte de las élites mexicanas.

La opinión del país alrededor de los tres temas de mayor preocupación es básicamente correcta. El parecer en torno a los principales proyectos gubernamentales resulta erróneo, aunque la realidad de los elefantes blancos terminará por imponerse. El sentir en torno a la figura de AMLO es comprensible, aunque el discurso altamente polarizador

hará mella en su debido tiempo. Si no hay un giro significativo tanto en la política pública como en el discurso, la distancia aumentará, y la polarización crecerá.

www.plaza-civica.com @FernandoNGE

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