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LA LEYENDA DEL GUERRERO Y LA DONCELLA

/ Redaccion TInformativo / ,

Tecate, Baja California.- Cuenta la vieja leyenda que, en tierras californianas circundado de montañas, había un valle acogedor donde estableciera su tienda una tribu trashumana, que en largo peregrinar huía del conquistador.

Al despuntar la alborada, se escuchaba el caracol que con notas primitivas saludaba al padre Sol y anunciaba la salida hacia la sierra. Era orgullo de la tribu gentil doncella Itztakat, rara belleza broncínea, ágil como el colibrí, alegre como arroyuelo que baja la montaña fecundando la planicie de la tierra cochimí.

Más un día a la luz de Xha, según costumbre ancestral, se consagra al Dios Sol a la joven Itztakat, y que convertida en doncella se ofrendaba resignada, su fragante lozanía y sus anhelos de amar. Pero un día, de la montaña descendió un joven guerrero que era miembro de otra tribu y venía en pos del venado, tenía músculos de acero, su mirada cual tigre y de obsidiana su pelo.

Vino al hueman de la tribu y le dio la bienvenida, todos somos como hermanos más a ti te está prohibido acercarte a Itztakat, que es la joya más preciadas de la gran corcuar.

El corazón no se engaña, ya Cuchumá había mirado a la gentil Itztakat y envió amoroso mensaje en la punta de una flecha para que el gran sacerdote no lo llegara a notar.

Mas quiso el hado fatal, que alguien mirara al guerrero cuando su arco disparaba rumbo al adoratorio, y también viera a Itztakat recogerla presurosa y guardársela en el seno.

Se armó gran alboroto y el hueman fue presuroso a interrogar a Itztakat seguido de los ancianos, mientras otros perseguían y tomaban prisionero al guerrero Cuchumá. Itztakat emocionada, les contestó que era cierto que ella amaba a Cuchumá y que en su seno guardaba el mensaje que mandara y que la punta de la flecha hacia su pecho sangrar.

Hubo un consejo en la tribu, y a la muerte le condenaron de acuerdo con el ritual por faltar a sus deberes de vestal del padre Sol, e Itztakat emocionada tomó la punta de la flecha, y se partió el corazón. Cuchumá desconsolado cayó en una profunda fosa y sepultó a su Itztakat. Invocando a sus dioses, tomo la punta de la flecha y siguió el mismo camino que su querida doncella.

Los dioses se condolieron de tan trágico final de estos jóvenes corazones que no tuvieron más falta que el gran deseo de amar y convirtieron en montaña al guerrero Cuchumá.

Desde entonces, guarda en su seno a Itztakat y hoy vigila a su Tecate que está situada en el valle, donde se estableciera su tierra una tribu trashumante que en un largo peregrinaje huía del conquistador.

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TECATE EL CLIMA